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Posted by : Unknown
4 mar 2014
Capitulo Siguiente: Carta de un Mellizo
Albinismo.
¿Alguien sabe lo que significa?
Según el diccionario de la real academia
española, ser un albino es:
1. adj. Dicho de un ser vivo: Que presenta ausencia
congénita de pigmentación, por lo que su piel, pelo, iris, plumas, flores, etc., son
más o menos blancos a diferencia de los
colores propios de su especie, variedad o raza.
Tal
vez, para muchos de ustedes, esta respuesta sea sencilla como también
biológicamente correcta.
Pero
se han preguntado alguna vez:
¿Qué
clase de vida tiene un albino?
Aunque
dudo mucho que lo hicieran, les ahorrare la búsqueda.
No
hay respuesta.
Ni
en internet, ni en libros. Los únicos que pueden decirte que clase de vida
tienen los albinos son ellos mismos.
Algo
poco alentador ¿verdad?
Pero
esta es la realidad, la amable y cruel realidad. Y esta es la razón por la cual
estoy escribiendo esto…
¿Quién
soy yo?
Mi
nombre es Zatsiel, Zatsiel Rumsfeld.
Un conde ingles que, actualmente, tiene 23 años. Dueño de varias
estancias en todo el mundo y único heredero de toda la fortuna de la familia
Rumsfield.
¿Increíble
no es así?
Pero
no, no estoy escribiendo esto para alardear mis logros actuales, sino para
contarles una historia, algo que me sucedió en un pasado lejano, muy lejano.
Todo
comenzó cuando yo tenía 14 años, era invierno, mi estación favorita. Mis padres
en ese tiempo trabajaban hasta tarde en sus respectivas empresas, yo por mi
parte, estudiaba junto a mi tutor y mayordomo James
Smith, un señor muy amable de 29 años.
Como yo no podía ir a la escuela por mi condición, James me
enseñaba todo lo que debía aprender, no importa que materia sea: matemática,
física, química, literatura, música o incluso idiomas. El era una persona
admirable y respetable, como también amable y atento. Media alrededor de 1.85
metros, sus ojos eran color miel y su piel era clara, era rubio y bien parecido
con una sonrisa siempre adornando su rostro.
Yo disfrutaba siempre cada segundo a su lado y él me cuidaba como
si de su hijo se tratase.
Por lo regular, al terminar mis estudios junto a James, me
escapaba hacia el salón de música. Esta sala era de, aproximadamente, 450
m2,
lo suficientemente grande como para mis instrumentos pero, a la vez, una de los
salones más pequeñas del lugar.
Los ventanales ocupaban lo largo del salón y estos, a su vez,
irradiaban una luz naranja a trabes de los cristales anunciando el atardecer.
Amaba esa vista.
Sin pensarlo, camine lentamente hacia el piano blanco ubicado en
el centro. Rose suavemente cada una de las teclas más próximas deleitándome con
esa sensación.
Me senté en el banco de ébano finamente detallado a mano y con una
sonrisa de gozo, me dispuse a tocar.
No hacía ninguna interpretación, no trataba de que mi música le
agradara a alguien. Solo quería tocar, quería que cada una de las notas
producidas por ese hermoso piano me envolviera llevándome a una realidad
completamente diferente a esta.
Sudaba, mi respiración se volvía cada vez más y más irregular,
pero eso no me impedía continuar, mis sentidos estaban perdidos, los acordes se
hacían cada vez más rápidos y complejos.
El salón se oscurecía cada vez más, casi ni veía las teclas,
agitado, comencé a detenerme y, como si de una canción de cuna se tratase,
gentilmente, deje de tocar mirando con una gran sonrisa las teclas.
Tan cansado estaba que no había notado como dos brazos me rodeaban
en un abrazo sintiendo mi espalda tocar su pecho, me voltee.
Era mi hermano.
Con suavidad, agarro mi mentón para acercarlo al suyo y, sin
previo aviso, me beso.
Fue un simple rose, no tenía un significado muy importante tal
vez, pero para mí era una de las cosas que más feliz me hacía en este mundo.
Esos gestos de cariño que solamente eran para mi, esos preciados
momentos que por más cortos que fueran, me pertenecían.
Me agarró de la mano y, sonriéndome, nos dirigimos a su
habitación.
Me acuerdo lo nervioso que estaba ese día, habíamos acordado que
esta sería nuestra primera vez.
En el camino, me limite prácticamente a mirar el piso hecho de
mármol, el rubor que debía tener en las mejillas hasta un ciego debía poder
verlas. De vez en cuando lo observaba solamente para contemplar sus grises
ojos.
El destino era algo cruel, a pesar de ser iguales físicamente, tu
pelo era azabache, tus ojos grises, tu piel era blanca, pero no tanto como la mía.
¿Y yo?
Bueno, yo solamente era un albino que prácticamente ni se podía
asomar a la luz del sol…
Éramos mellizos, entonces ¿Por qué somos tan diferentes?
Siempre te envidie, pero a la vez te amaba con locura.
Habíamos llegado, abriste la puerta lentamente mientras me
mirabas, yo sonreí.
Era una de las habitaciones de huéspedes, raramente era utilizada
y a su vez, se encontraba en el extremo más alejado de la mansión.
Nadie nos interrumpiría, de eso estaba seguro.
Cerramos la puerta con cerrojo, solamente para asegurarse.
Apagamos las luces y sin darme tiempo a acostumbrarme a la falta
de luz, me guiaste hacia la cama.
Me senté, tú me besaste.
Recorriste con tu lengua cada centímetro de mi boca, explorándola
completa. Tenias mucha habilidad, la cual estaba orgulloso de saber que solo yo
lo sabría. Nos separamos, agitados, mientras nos veíamos el uno al otro, me
sonreíste. Besaste numerosas veces mi cuello, agarraste mis hombros
recostándome en la cama, tú estabas arriba mío contemplándome, no pude evitarlo
y me sonroje desviando la mirada hacia un costado.
Como me hubiera gustado no hacerlo y observarte.
Me sacaste el chaleco, seguido de mi camisa y mis pantalones.
Podía sentir como tus ojos me devoraban con la mirada, cuando te vuelvo a ver
me doy cuenta que no tenias tu camisa.
¿En qué momento te la habías sacado?
Aprovechaste que yo estaba mirando tu pecho para besarme,
demostrando en ese beso todo el afecto que sentías hacia mí.
Un escalofrió recorrió mi espalda.
Estabas tocando mi miembro por encima de la tela, unos gemidos
eran ahogados por tu beso.
Te separaste, comenzaste a besar delicadamente mis pezones
mientras más gemidos salían de mi boca. Al parecer era divertido para ti ver cómo
reaccionaba. Los succionabas, los lamias, jugabas con ellos mientras me
observabas. Mis pezones comenzaron a hincharse, vos sonreíste.
Metiste tu mano izquierda dentro del bóxer tocando suavemente mi
miembro, solamente lo rozabas, no me masturbabas, y yo no entendía el porqué.
Me pediste que te suplicara que lo haga, yo dude, era muy
vergonzoso, pero aun así lo dije. Me ordenaste que lo hiciera otra vez porque
no me habías escuchado, y lo volví a hacer. Parecías complacido al verme
avergonzado por mis actos.
Lentamente, movías tu mano de arriba hacia abajo sosteniendo mi
erecto miembro. Yo comencé a gemir más fuerte, apretaba las sabanas con mis
manos por el placer, pero al parecer eso no te gusto ya que las acomodaste de
forma que te abrazara.
El movimiento de tu mano aumentaba, logrando que me viniera en
ella, me avergoncé.
Te solté, vos me sacaste mi última prenda de ropa y, luego, te
desnudaste quedando a la par conmigo.
Levantaste mis piernas y me dijiste que las abriera, yo así lo
hice. No entendía que arias en ese momento, pero yo confiaba en ti.
Vi como te agachabas y mirabas lujuriosamente mi miembro y mi
entrada, me ruborice.
Metiste tu lengua en mi entrada, humedeciéndola lentamente.
Yo gemí, era incomodo y raro, pero se sentía extrañamente bien.
Sacaste tu lengua, levantaste la cabeza y me miraste. Parecía como
si te fueras a reír, pero a la vez sentía lo feliz que estabas. Sonreí.
Metiste un dedo, logrando sacar otro gemido involuntario de mi
parte, quería más. Te lo decía, metiste el segundo dedo, esto se sentía genial,
quería mas, mas, te necesitaba, quería que estuvieras dentro de mí.
Pude ver dudabas, me decías que si no me preparabas bien me dolería,
pero aun asi no me importo, no quería esperar, te deseaba ahora.
Atendiste a mis suplicas, metiendo tu miembro de una estocada.
Dolía, me dolía mucho, pero aun así quería mas, podía sentir como
tu miembro palpitaba dentro de mí. Amagaste con sacarlo, pero yo no te deje, al
fin me había vuelto uno contigo, no me separaría nunca más de ti.
Lentamente me movía, dándote a entender como el dolor desaparecía.
Comenzaste a moverte lentamente, mi espalda estaba arqueada facilitando en
cierta forma la penetración.
Al ver que vos no aumentabas el ritmo de las estocadas, yo trataba
de aumentarlo.
Al entender mi mensaje, me besaste.
Gemía tu nombre una y otra vez, vos aumentaste el ritmo.
Era hermoso, sentirte dentro mío era lo mejor que me podía haber
pasado en la vida. Tu miembro palpitando toco un punto crucial volviéndome
loco, al ver lo que provocaba lo volviste a hacer, repetidamente.
Sentía como si estuviera en el cielo, no podía parar, no quería
que parara. Yo solamente deseaba que pudiéramos seguir así, conectados el uno
al otro para siempre.
El final estaba llegando, te lo dije, tú dijiste lo mismo.
Queríamos terminar juntos, unidos, como una señal de nuestro amor.
Y así lo hicimos, quedándonos agotados, con la respiración
entrecortada. Nos miramos y sonreímos, entrelazamos nuestras manos.
Sin pensarlo caí rendido, tenía mucho sueño.
Cuando desperté, estaba a tu lado, tú aun estabas dentro mío,
estaba feliz.
Desvié la mirada hacia la gran ventana de la habitación, estaba
amaneciendo.
Esto estaba mal.
Con pesar y preocupación, saque a mi hermano de adentro mío y lo
trate de despertar. El se quejo pero después de mi insistencia abrió los ojos.
Estaba algo molesto por su despertar pero no teníamos tiempo para eso.
Le mostré la ventana, palideció.
Ambos sabíamos muy bien, cuando amanecía, nos despertaban y
limpiaban cada una de las habitaciones.
Por lo general, a esta hora James tocaba mi puerta para
encontrarme ya cambiado y listo para desayunar, por el contrario, mi hermano
siempre llegaba tarde a este.
Trate de levantarme, pero un dolor agudo en mi entrepierna me lo impidió.
Fue en ese momento cuando mire las sabanas, estas que solían ser
de un blanco puro, ahora se encontraban manchadas de sangre. Los nervios
aumentaban, estaba inquieto, mi hermano al verme trato de preguntarme que me
pasaba, pero eso no fue necesario al ver las sabanas.
Teníamos que esconderlas y rápido, pero el problema también era
otro.
Yo no podía moverme.
Me dolía mucho pararme como también estar sentado.
No sabíamos que hacer, ninguno de los dos.
Como pude, salí de la cama. Mi hermano saco las sabanas manchadas
y, al comprobar que el colchón no estaba manchado, las escondió debajo del
ropero, de forma que no se pudiera ver.
Acomodo la cama lo mejor que pudo, yo ya me había cambiado al
igual que el.
Ahora el problema era ¿Cómo saldríamos?
El salió por la ventana, diciéndome que se encargaría de
entretener a todos, mientras que yo tendría que salir por la puerta.
Espere 10 minutos dentro de la habitación.
Saque el cerrojo y, lentamente, abrí la puerta, encontrándome
frente a frente con una de las personas que menos me quería encontrar en ese
momento.
James Smith, el mayordomo.
El me observo detalladamente, de arriba hacia abajo. Estaba
molesto.
-¿Quién fue?-
Nunca olvidare la cara que puso esa ves, tenía miedo, mucho miedo.
Yo temblaba, el me sacudía fuertemente tratando de sacarme información.
Me dolía, me estaba doliendo, este no era el James Smith que yo
conocía.
Sin pensarlo llore, llore como nunca antes lo había hecho.
James, al verme se arrepintió y me cargo. Me dijo que guardara
silencio, de lo contrario me descubrirían.
Me llevo rápidamente hacia mi habitación, al entrar me acostó en
la cama y me tapo, yo le agradecí y él me miro. Estaba muy triste y yo no sabía
el porqué.
Paso un tiempo hasta que el volvió, cuando lo hizo me trajo el
desayuno y me observo, detenidamente.
Me dijo que les mintió a mis padres con la escusa de que estaba
muy enfermo y tenia que reposar, luego llamaría al médico familiar.
Al oír sus palabras me asuste.
Me amenazo con decirle a mis padres si yo no le decía que fue lo
que paso.
Estaba acorralado y por si fuera poco, se veía demasiado triste,
sentía que lo había traicionado, pero no sabía el porqué.
Al no ver ninguna salida, lo dije, le dije todo a James.
Al principio palideció, luego se enojo y por ultimo entristeció.
Al terminar mi relato me abrazo fuertemente, era la primera vez
que el me abrazaba por lo que me sorprendí, yo no entendía que era lo que sucedía.
Al ver mi duda en mis ojos, el sonrió aunque forzadamente.
El me aconsejo que era lo que debería hacer de ahí en adelante, yo
lo escuche, atentamente.
Yo sabía que mi hermano y yo no estaríamos juntos por mucho
tiempo, pero aun así quería estar con él.
Le agradecí por sus consejos, me ayudo a bañar, refregando con sus
suaves manos cada rincón de mi cuerpo. Yo estaba algo avergonzado, pero sabía
que no había otra persona en el mundo que me cuidara mejor que James, sonreí.
Después de eso, mi hermano y yo seguimos viéndonos, pero nunca más
volvimos a juntar nuestros cuerpos, yo dudaba y el también.
El no me quería hacer daño, en cambio yo no podía volver a ser uno
con mi hermano. Cada vez que nos besábamos, mi pecho dolía de una forma que no
podía explicar.
Cuando cumplimos 15 años fuimos separados, el entro a un instituto
pupilo de alta clase y yo, bueno yo seguí encerrado en esa gran mansión.
Hoy en día estoy viviendo junto a James Smith, mi mayordomo.
Hace años que no eh vuelto a ver a mi hermano.
Esto provoco que yo atesorara cada recuerdo vivido con él, que anhelara
estar con él.
Cada día que pasa me pregunto si él me recordara, que será de él…
Como soy albino nunca podre buscarlo por mí mismo y no quiero que
otra persona lo haga por mí, por lo tanto espero que algún día nos volvamos a
encontrar.
Y si ese día llega algún día, simplemente le diré una cosa:
“gracias”
Pero, en el caso que yo llegara a morir ¿podría por favor
hacérselo saber?
El nombre de mi hermano es Eliot, Eliot Rumsfeld.
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